La alícuota general – que se aplica a la mayoría de los productos -, pasará del 17,5% al 7,5% desde septiembre. Esto no sólo debería tener un impacto en los precios de los productos sino también en las reservas. ¿Cómo y por qué?
Lunes 29 de julio de 2024, Mg. Yanina S. Lojo
La decisión de reducir el Impuesto País es un hecho. Se va a concretar en septiembre. La reducción sería desde del 17,5% al 7,5%. Esta decisión, debería tener un impacto en los precios de los productos por una reducción del costo, pero a la vez en las reservas. ¿Cómo? ¿Y por qué?
Vayamos por los precios
Es el efecto que podríamos pensar más rápido e inmediato de la reducción del Impuesto País. Pero no será quizás el impacto no se vea tan pronto, por lo menos en los precios, pero si en la toma de decisiones.
En el caso de los precios tendremos diversos escenarios en función a cómo se maneje la cuestión. Lo primero que tenemos que hacer es recordar sobre qué se aplica el Impuesto País: la compra de divisas para el pago de importaciones de bienes y servicios. No la importación en si misma. Entonces, ¿por qué pagamos al momento de nacionalizar? Porque según se dispuso en la reglamentación, al momento de efectuar el despacho a plaza se hace un pago a cuenta del 95% de la alícuota a pagar.
Entonces, las operaciones que se realicen desde el día en que entre en vigor la reducción de la alícuota serán las que realicen el pago a cuenta por un valor menor. Un 95% del 7,5% como sucedía hasta diciembre del año pasado cuando se cambio la alícuota. Sin embargo, todo lo que ya se nacionalizó y se nacionalice hasta ese momento, seguirá pagando un 95% del 17,5%. Entonces, ahí empieza a jugar un papel significativo cómo se manejarán esos pagos a cuenta ya realizados: ¿se generará una cuenta corriente y el saldo pagado en exceso se podrá aplicar en pagos futuros? ¿se tomará como saldo de libre disponibilidad? ¿Se deberá solicitar la devolución? O ¿será considerará cancelada la obligación, pero no habrá devolución? La respuesta a todas estas preguntas va a tener una gran incidencia en cómo se moverán los costos y más aún los precios. Porque si no hay manera de recuperar lo ya pagado, aquello que se importe hasta la reducción no podrá trasladarse a una reducción de los costos y menos de los precios. Pero, si hablamos de bienes intermedios o con una rotación baja se corre el riesgo que para cuando se puedan vender, aquello que ingresa nuevo lo hace a un costo menor. Entonces: ¿cómo poner precios hoy?
Por otro lado, ¿sólo se reducirá la alícuota de aquellos que pagan el 17,5% o el alivio llegará a otros? Además, cuando se hizo el cambio en diciembre también afecto a la importación de servicios, específicamente a los fletes. ¿Estos se verán beneficiados por el cambio?
En este momento, se volverá clave armar una política de Pricing muy fina que tenga en cuenta múltiples escenarios y factores. Algo que para las PYMES es muy complejo. Lo que sí, queda claro es que el impacto en la toma de decisiones es inmediato.
La decisión: esperar
Todo aquel que pueda, va a demorar operaciones y pagos. ¿Por qué? Porque si es posible muchas empresas tomarán la decisión de posponer las operaciones de importación hasta septiembre para ya nacionalizar con la nueva alícuota. También muchas firmas buscarán demorar los pagos que tenían que hacer en agosto.
Las empresas importadoras de bienes quizás pueden dudar de cómo se tomará los pagos ya realizados o sus proveedores no les acepten la demora, y tengan que cumplir con el esquema de pagos actual. Pero otras, en especial las de servicios que no realizan pagos a cuenta, buscarán posponer el egreso de fondos hasta que se produzca el cambio.
Recordemos que, aunque se confirmó que la reducción será en el mes de septiembre, pero no hay una fecha. Puede ser a principio de mes, a mediados o a finales. Entonces, la decisión de esperar es una apuesta importante.
Pero la decisión de esperar no alcanza solo a los importadores, sino también a los consumidores. ¿Es momento de comprar un producto que sabemos que es importado? Y ahí comenzará el análisis de costo y beneficio de cada persona. Habrá quienes puedan y decidan posponer compras a la espera que se reajusten los precios, aunque otros pensarán que ante la volatilidad del mercado cambiario – en particular el financiero -, es mejor evitar posibles saltos. Otros apostarán a que las políticas implementadas por el BCRA logren calmar las aguas y que, en menos de 5 meses, si se tiene en cuenta la devaluación mensual del 2%, los precios se habrán acomodado.
Como se comporten los consumidores, golpeará en mayor o en menor medida a los diferentes sectores. Lo que si sabemos es que la reducción del impuesto país puede y va a ayudar a que, para la próxima cosecha, los costos de producción del campo no se vean tan golpeados como hasta ahora. En particular, en lo que tiene que ver con la compra de maquinaria y fertilizantes.
Las reservas, la tercera pata
Anunciar con un mes y medio de anticipación la reducción del Impuesto País tiene un efecto positivo para las reservas. ¿Por qué? Porque lo que mencionamos antes, muchos importadores pospondrán pagos a septiembre.
El segundo semestre, por estacionalidad, es en el que más dólares el sector privado le demanda al BCRA para pagos al exterior y menos ingresos recibe por ventas. Las flexibilizaciones que se dieron en las últimas semanas deberían comenzar a impactar en septiembre. Pero si, por evitar una alícuota mayor de Impuesto País, la empresa posterga la importación, recién demandará los dólares en octubre. La clave será cómo se canalizarán los pagos desde septiembre en adelante, para evitar cuellos de botella. Mientras tanto el Banco Central puede durante agosto tratar de armar un pequeño refuerzo ante la menor demanda, más en el contexto actual donde ha comenzado a esterilizar los pesos para lograr su objetivo de emisión cero.
El desafío por delante
La reducción del Impuesto País es un alivio, pero la clave será su eliminación. Y esta llegará en enero, ya que la ley tiene vigencia hasta el 31.12.23 y no se renovará. Nuevamente, en diciembre se debería producir un proceso similar al actual en cuanto a postergación de operaciones y pagos. La baja de septiembre será una buena prueba de cómo se implementará el cambio y la experiencia les servirá a las empresas a la hora de definir costos y precios.
También será un aprendizaje para los consumidores, quienes nuevamente evaluarán qué riesgos quieren asumir, qué consumos pueden posponer. Aunque al igual que ahora, hay muchos productos donde no tenemos poder decisión. ¿Por qué? Porque son bienes intermedios, insumos, o elementos que se utilizan en la cadena productiva de otro. Allí queda en manos del fabricante nacional y cómo decide trabajar su política de stock y de costeo.
El escenario es interesante para ver cómo responden las cadenas productivas en un esquema de reducción tributaria de cara a posibles cambios a futuro. Cuánto tiempo tardan en trasladar a precios, entre otras situaciones.
Lo que si tenemos claro es que en un país donde todo lo que sube casi nunca baja, que un impuesto se reduzca y que se hable de eliminarlo, parece utópico. Esperemos que no, y que más allá de los desafíos de la implementación se lleve adelante lo antes posible.
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