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Las crisis que supimos conseguir

Actualizado: 15 ago 2022

Desde 1876 hasta 2001 se pueden detectar al menos 14 crisis económicas. Un país que puede ser grande pero siempre se queda a mitad de camino.

Domingo 14 de agosto de 2022 Mg. Yanina S. Lojo


Este artículo presenta dos particularidades. Por un lado, que sale un domingo, como bonus track, porque hoy se cumple un mes desde que comencé con este emprendimiento; y, por otro lado, como ya habrán notado, el análisis llega hasta 2001. Dado que hasta ese momento era muy chica, pudiendo aún mantener la imparcialidad sobre los hechos que sucedieron, es donde decidí finalizar el análisis. Además, considero que las crisis que se sucedieron aún están muy frescas y que pueden llevar a un debate político que no tiene este blog intención de provocar.






¿Cómo estalla una crisis?


Ninguna crisis estalla de la nada, en general surgen por decisiones políticas, sociales o económicas que se toman un tiempo antes y que son el caldo de cultivo para los hechos que finalmente suceden. Otras son consecuencias de sucesos externos - como la Gran Depresión, las Guerras Mundiales, el coletazo del Efecto Tequila -, pero cómo nos afectan y cuánto tardamos en recuperarnos está asociado al manejo de la crisis local que se hace.


¿Cuántas crisis sufrió la Argentina?


Desde 1876 hasta 2001, se pueden detectar al menos 14 crisis económicas que se desarrollaron en nuestro país. Algunas tuvieron un principio y un "final", es decir, se puede identificar un periodo de estabilización posterior a la crisis que duró un tiempo considerable y que permitió la recuperación económica. En otros casos, las medidas tomadas solo permitieron controlar la situación por un tiempo hasta que volvió a estallar una nueva crisis aún mayor.

Según expone Cavallo en su libro Historia Económica de la Argentina (2018), de 1945 a 1974 la inflación anual fue de dos dígitos. Mientras que de 1975 a 1988, la inflación alcanzó niveles de 3 dígitos. Finalmente, llegó la hiperinflación que duró dos años de 1989 a 1990. Asimismo, plantea que el inicio de la inflación inercial en la Argentina podría ubicarse luego de la primera guerra mundial.


¿Qué factores en común encontramos como detonantes de las crisis económicas?


Podría ponerme a enunciar cada una de las crisis que hubo, y hacer un análisis detallado de los sucesos que nos condujeron a cada una, pero preferí buscar los factores en común para que nos permitan tener una visión más integral de los problemas profundos que tiene nuestra economía. A excepción de las crisis originadas en 1914, 1929 y 1939 - que tienen su raíz en shocks externos -, de las restantes podemos encontrar algunos factores comunes en cuanto a sus orígenes. Hasta la primera mitad del siglo XX podríamos enunciar:

  • Mal manejo de las reservas internacionales: expansión de la emisión monetaria sin respaldo.

  • Salida de capitales extranjeros.

  • Crisis del sistema financiero.

  • Crisis de deuda externa.

En general, se observa que las crisis se iniciaban por un aumento desmedido en la emisión monetaria sin contar con el suficiente respaldo de reservas. Lo cual terminaba haciendo que se perdiera la confianza en la moneda y se buscara refugio en activos más seguros. El sistema financiero nacional se permitió tomar posiciones que lo llevaron al quebranto y requirió del rescate del Estado Nacional.

Antes de que existiera el FMI y el Banco Mundial, la Argentina se endeudaba en la plaza inglesa - principalmente a través de la Baring Brothers -, donde se colocaban los bonos soberanos. Cuando la confianza en nuestra economía se derrumbó el Banco de Inglaterra tuvo que llevar adelante un rescate y renegociar la deuda con nuestro país.


En la segunda mitad del siglo XX observamos, además:

  • Implementación de políticas de control: restricciones sobre precios y tipo de cambio. Control sobre tarifas públicas y salarios. Estatización de empresas.

  • Estancamiento de la producción agrícola.

  • Falta de financiamiento para el sector privado, con el impacto en el desarrollo de la industria.

  • Incremento en los costos laborales.

  • Inflación persistente con periodos de recesión o de estanflación.

  • Inestabilidad política y social.

La constante intervención del Estado en la economía en lugar de lograr controlar las crisis sólo generaba que se acentuaran o profundizaran los problemas. Se mantuvo una política de expansión monetaria, y en pocas oportunidades se trabajó sobre el control del gasto público, sino que en general se trataba de controlar los problemas inflacionarios y de brecha cambiaria con políticas restrictivas que sólo tenían efectos en el corto plazo. Sumando a la inestabilidad política y social - la sucesión de golpes de Estado y la época del proceso -, se volvía muy difícil captar financiamiento externo.

Si bien hubo intentos por desarrollar la industria nacional, y lograr la autosuficiencia energética, los planes quedaban truncos por la falta de control sobre la inflación, y el exceso de medidas restrictivas sobre el mercado.


El papel de la moneda y la inflación


El argentino nunca tuvo confianza en su moneda. Esto no es una opinión, es la evidencia que surge de haber analizado la historia económica argentina. La historia nos demuestra que las malas decisiones políticas con respecto a la emisión de dinero han llevado al argentino a sospechar y desconfiar de su propia moneda, siempre teniendo un ojo puesto en otros activos que le transmitieran seguridad. La moneda argentina - cualquiera fuera su nombre -, nunca fue resguardo de valor.

Según un informe del Consejo de Profesionales de Ciencias Económicas de la Provincia de Santa Fe, desde 1881 hasta 1992 cambiamos 5 veces de moneda, las cuales tuvieron una vida promedio de 29 años. ¿Qué seguridad nos puede transmitir?

La racha pareciera haberse cortado con la llegada a la convertibilidad. Pero ahí entra el otro problema, la inflación. Desde que la inflación se instaló hace ya más de 60 años, gobiernos de diferentes partidos políticos nunca han podido solucionar el problema de fondo. Solamente en el periodo de convertibilidad logramos mantener a raya el problema. En el momento en que deberíamos haber abandonado la convertibilidad para iniciar un proceso donde el peso cotizara libremente, las aspiraciones políticas primaron y evitaron que las políticas económicas necesarias para garantizar la estabilidad continuaran. Lo que terminó ocasionando nuevamente una crisis, una de las peores.

La inflación en la segunda mitad del siglo XX se abordó con medidas restrictivas de precios, control de tarifas públicas, poniendo topes a los salarios, precios máximos, restricciones a las importaciones e imponiendo aranceles altos a las operaciones de comercio exterior. El resultado fue pasar de inflaciones de dos dígitos a tres dígitos y a hiperinflación.


El campo


En lo que se conoce como la Edad de Oro de la economía argentina se apostó fuertemente al desarrollo del campo, a la industrialización del sector y a potenciar sus exportaciones. Después de la primera guerra mundial se fue relegando su desarrollo cada vez más por parte del Estado Nacional. No se lo acompañó durante las épocas de sequías e incluso se impusieron organismos estatales que compraban la producción para fijar los precios - en algunas ocasiones por debajo de los precios internacionales -, a fin de regular los precios del mercado interno.

La posibilidad de desarrollar un modelo agroexportador potente fue descartado y se focalizó en la protección a la industria nacional mediante un proceso de industrialización por sustitución de importaciones. Lamentablemente, el resultado fue el peor: una industria débil y un sector agropecuario golpeado al que siempre se recurre en las malas épocas para tratar de sacar adelante al país.


El gasto público y el déficit fiscal


Lo primero que se piensa cuando hay una crisis - salvo en raras ocasiones en la historia argentina -, no es en reducir el gasto público, sino en financiarlo a través de la suba de impuestos, aranceles a las exportaciones - principalmente las agropecuarias -, y a las importaciones, suba de tarifas públicas y emisión de deuda pública. A la larga esté coctel termina siendo venenoso - por no decir molotov -, y nos lleva a generar crisis y recesiones profundas que nos han ido empobreciendo a lo largo de los años.

La verdadera solución para reducir el déficit fiscal está en la reducción del gasto público, en particular en políticas de austeridad. Si bien la reducción de subsidios es una política correctamente orientada, el aumento de los impuestos genera una contracción en la demanda que, si además está acompañada por inflación, brecha cambiaria y suba de tasas, tienden a enfriar bruscamente la economía.


¿Cómo salimos de este círculo vicioso?


La Argentina ha quedado inmersa en un círculo vicioso del que no parece saber cómo salir. Albert Einstein dijo: "Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo". Hace muchos años que venimos aplicando las mismas políticas económicas y nos sorprendemos cuando el resultado nos lleva al mismo lugar.

Es hora de exigir un plan macroeconómico profundo, serio, completo y ejecutable. Pero sobre todo que cuente con el apoyo de todos los sectores sociales, donde no importe quién gobierne el objetivo se mantenga: la construcción de un país económicamente fuerte. Pongamos un horizonte a largo plazo y construyamos la base de una Argentina mejor. Pensemos en el legado que queremos dejar para nuestros hijos y nietos. Decidamos qué país queremos ser: un país pujante, desarrollado, con creación de riqueza, que explota sus recursos naturales de manera inteligente, confiable, que honra sus deudas - no las refinancia -, que posee una moneda sólida, que atrae inversiones y que da garantías para que los inversores puedan colocar su capital a trabajar.

Como en un momento se decidió llevar a la Argentina al siglo XX, llevemos a la Argentina al siglo XXI. Volvamos a ser un país a donde la gente quiere venir a trabajar, no del que los argentinos se van buscando un futuro mejor.

Restauremos valores fundamentales que parecen haberse desvanecido como el trabajo, el esfuerzo, el mérito, el compromiso y la responsabilidad. No sigamos apañando la corrupción. Busquemos la transparencia. Dejemos de cazar en el zoológico, agobiando a la gente que paga impuestos con más impuestos.

Soñemos que se puede, y tratemos de volver ese sueño realidad. Hagamos algo diferente, así quizás los resultados nos sorprendan.


Bibliografía consultada:

Cavallo, D. y Cavallo Runde S. Historia Económica de la Argentina. (2018) 1º Edición. Editorial El Ateneo.

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