La verdad de trabajar y emprender en la Argentina. Hoy es más que un desafío es una verdadera lucha, que se da todos los días, donde aquel que tiene un sueño lucha para tratar de mantenerlo a flote.
Viernes 16 de diciembre de 2022, Mg. Yanina S. Lojo
Fuente: You Tube – Scketch de La Tuerca
El domingo pasado cuando se calentaba la previa para el partido con Croacia circulaban por demás los memes que comparaban el partido con Países Bajos con la realidad de nuestro país. Pero hubo uno que me llamo más la atención y fue el siguiente:
¿Todos contra uno, uno contra todos?
La imagen no puede ser más representativa de la realidad argentina: el emprendedor, el empresario, el dueño de un pequeño comercio, una PYME, el profesional independiente, inclusive el empleado en relación en dependencia ven todos los días como diferentes actores hacen su vida mucho más difícil. Para alguno es mayor el impacto que para otros. Pero para todos, el resultado es el mismo: vivir y trabajar en nuestro país se vuelve una epopeya.
El Estado que debería tratar de intervenir en nuestras vidas lo menor posible, para garantizar aquello que le es propio, en muchos casos no lo hace, lo hace mal o se mete en cuestiones que terminan generando distorsiones que pagamos todos sea tanto quien vende como quien compra. Por ejemplo, la logística hoy se ha vuelto un aspecto vital para mejorar los costos y las condiciones en que los productos llegan finalmente a una góndola o a una estantería. Sin embargo, las rutas y los accesos a los principales centros de consumo son ineficientes, siendo generosos. El ferrocarril que es clave en cualquier país de gran tamaño como el nuestro y que permitiría reducir el costo de transporte, no está disponible en todo el país y son pocos los productos que pueden acceder. Aquellos bienes que quieren exportarse terminan teniendo que viajar a Buenos Aires, salvo pocos casos, a lo cual debemos sumarle la dificultad que se observa en conseguir lugar en una bodega porque como las importaciones están muy paradas cada vez llegan menos buques a nuestras costas. A estas dificultades podemos sumarle que son más los días de la semana que hay cortes y piquetes, que los que no los hay. ¿Cómo se puede trabajar si llegar a destino parece una misión imposible? Miles de argentinos se trasladan todos los días a la Ciudad de Buenos Aires o desde ésta hacia provincia para ir a sus trabajos, y para hacerlo a veces deben soportar viajes que duran el doble de lo que deberían. Uno siempre sabe a qué hora sale, pero no a qué hora llega. Todos tenemos derecho a reclamar por aquello que necesitamos, pero también todos tenemos derecho a trabajar. Y cuando se cortan los accesos, se está privando a miles de sus derechos. No se puede seguir de esa manera, se necesita buscar un equilibrio. Esta es una columna económica, pero la realidad es que este problema afecta a todos inclusive a miles que se deben trasladar por cuestiones sanitarias.
Luego tenemos el otro problema, que es la intervención constante en la actividad comercial. El mejor ejemplo es la implementación del SIRA, que se nos presentó como una herramienta para dar previsibilidad y la realidad es que lo último que logró fue eso. La mayoría de las PYMES están sumidas en la incertidumbre y la desesperanza por la imposibilidad de hacerse no sólo de bienes finales para comercializar sino también de los insumos o los bienes de capital que necesitan para producir. Mientras que el ministro de economía habla sobre ayudar a los sectores productivos, los fabricantes se conformarían con que los dejen trabajar. En este momento, más que créditos blandos o incentivos fiscales, lo que se necesita es que el Estado deje que la economía funcione. No podemos vivir de acuerdo de precios en acuerdo de precios, porque como muchas veces dijimos estamos sentados sobre una olla a presión, que cuando no resista más, hará saltar la tapa y llegaremos hasta la estratosfera como algún presidente de nuestro país prometió. Si el Estado quiere ayudar a la gente y a la economía lo mejor que puede hacer es ocuparse de arreglar las variables macroeconómicas. Si brinda seguridad jurídica y estabilidad económica, el resto fluye.
Los sindicatos son actores relevantes y nadie va a negar su importancia para defender los derechos de los trabajadores. Pero cuando se llega al punto en donde las organizaciones y muchas veces hasta los mismos empleados, se vuelven rehenes el objetivo final se distorsiona. Y cuando esto sucede, y el Estado debería intervenir, pareciera que es un rehén más.
Tanto las empresas como las personas comunes y corrientes nos vemos sumidos en una marea de burocracia, para cada cosa que necesitamos hacer los trámites que hay que llevar adelante, la cantidad de formularios que hay que llenar - sean físicos o digitales -, están destinados a desmotivarnos para que a la mitad del proceso desistamos. Cada vez que nos acercamos a una ventanilla con nuestros papeles felices pensando que finalmente lo hemos logrado, un empleado – que no tiene la culpa, pero en general recibe toda nuestra bronca y frustración -, nos hace saber que nos falta un papel más y que tenemos que volver a empezar. La cantidad de tiempo que perdemos haciendo trámites en nuestro país es enorme y nos roba la atención de lo importante trabajar. Muchas veces he utilizado la frase “a ver si plantamos el arbolito” pero no sabía de dónde venía la expresión. Hasta que alguien me dijo: “sos demasiado joven para saber por qué se usa” y gracias a You Tube pude ver el origen y más allá de reírme, aunque sean sketchs viejos, sentí que no podían estar más vigentes. Triste pero cierto: siempre falta el formulario verde con lunares purpuras.
¿Y los impuestos?
Los impuestos en nuestro país desbloquearon un nuevo nivel. La cantidad, la variedad, la complejidad hacen que sea una operación de inteligencia poder estar al día con todo. Necesitas tener un muy buen contador para poder seguirle el ritmo y asegurarte de estar al día ya sea a nivel nacional, provincial o municipal. Nadie se priva de ponerle impuesto a algo. Hay una provincia que decidió ponerle un “impuesto al viento”. La carga impositiva de nuestro país parece de país nórdico mientras que las prestaciones que recibimos lejos están de los estándares de éstos. ¿Y si en lugar de seguir inventando impuestos o subiéndolos, probamos bajándolos? De esa manera, la recaudación crecería por volumen porque sería una buena manera de bajar los precios. Más que congelar, se podría lograr bajarlos que es lo más importante.
¿El cepo y el dólar?
Es un tema del que hemos hablado hasta el cansancio, con la novedad que en el día de ayer el ministro de economía dejó saber que las empresas podrán acceder a dólares hasta el 10% más que en 2022. En otras palabras, le están poniendo un techo al crecimiento de las empresas porque por encima de eso, deberías conseguir financiamiento. ¡Cómo si fuera tan fácil¡ ¡Cómo si fuera sencillo que un proveedor en el exterior te presté a 90, 120 o 180 días! Mientras que algunos medios resaltaban ayer que esta situación sería una mejora con respecto a 2022, no es del todo cierto. Si nos remontamos al régimen de las SIMI las empresas que en 2021 habían importado menos de USD 1.000.000 tenían acceso al mercado por el 15% más de lo nacionalizado en dicho año para 2022. En el caso de haber estado por encima de ese límite se debía comparar 2020 y 2021. Al primero se le debía adicionar un 70% y al segundo un 5%, y el límite era el valor menor que surgiera de esa comparación. De esa manera uno podía obtener SIMI categoría A que permitían el pago anticipado, vista o diferido. Hoy con las SIRA, sólo hay pago diferido salvo algunas excepciones y además ahora nos dicen que sólo podremos operar por un 10% más que en 2022. Todo esto generará presión sobre los precios, ya sea por falta productos o por tener que ir a buscar dólares a las divisas financieras o por tener que recurrir en el caso de alguna empresa importante a líneas de financiamiento en dólares con el costo que esto representa. Y lamentablemente, esto lo pagará el consumidor que no tiene la culpa de los desequilibrios macroeconómicos.
No confundamos queja, con realidad
Habrá quienes piensen que el sector productivo de la Argentina sólo sabe quejarse, y que se llena los bolsillos gracias al sudor de los trabajadores. Pero no es así, es otro estereotipo que se ha construido en nuestro país. Como en toda actividad en la vida, habrá empresarios malos, desleales, que maltratan a sus empleados. Pero generalizar esos casos, es una injusticia para todos aquellos que se levantan todas las mañanas queriendo tirar para adelante. Que no quieren ayuda del Estado, quieren que los dejen trabajar tranquilos. Que pagan sus impuestos rigurosamente, y ven como aquellos que incumplen después – cuando el Estado necesita recaudar-, reciben miles de posibilidades y pagan mucho menos que lo que deberían haber pagado. No son pocos los que se preocupan porque se dan cuenta que con los sueldos que se acordaron en paritarias se les hace difícil a los empleados llegar a fin de mes y buscan medios para ayudarlos, y que quisieran hacer más, pero son tantos los costos que se les hace difícil.
Todos queremos lo mismo, queremos que nos vaya bien. Es imposible que uno este bien, si los de al lado están mal. Si las empresas crecen, la economía se expande y a la larga todos estamos mejor. Ya lo dijo Hemingway “Ningún hombre es una isla”. Estamos todos cansados de tantos años de lo mismo. Por eso, lo que las empresas piden en este momento es que por favor: “nos dejen plantar el arbolito de una vez”.
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