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Una vida más ortodoxa

Actualizado: 15 ago 2022

Suba de tasa de interés, aumento de tarifas de servicios públicos, y otras medidas que se podrían anunciar, parecerían indicar un giro hacia la ortodoxia. ¿Qué significa esto? ¿Qué podemos esperar?

Viernes 11 de agosto de 2022 Mg. Yanina S. Lojo


El jueves por la tarde antes de que se conociera el dato de la inflación del 7,4%, el más alto en 20 años, el BCRA anunció una suba de 950 puntos básicos de la tasa de interés de las Leliq, con el consecuente impacto en el resto de las tasas de referencia en el mercado. Este tipo de medidas son las que en economía suelen conocerse como medidas ortodoxas. ¿De qué estamos hablando?

¿Qué son las medidas ortodoxas?


Se tratan de una serie de medidas que surgen de una corriente dentro de la teoría económica que da su nombre y que se basa principalmente en el racionalismo económico, la maximización de la utilidad y modelos económicos de equilibrio.

La ortodoxia económica luego de la crisis de los años 30' y de la guerra fue mutando hacia un ala más desarrollista que hoy es la predominante. Al igual que en sus orígenes, considera que es necesario lograr el pleno empleo dado que esto lleva a un incremento de los salarios, la producción y la renta, lo que sería beneficioso para toda la sociedad en su conjunto. Por ello, la industria y el comercio internacional configuran un papel importante para desarrollar la economía.


¿Son las políticas del FMI ortodoxas?


En general, los programas económicos del FMI suelen recomendar que se tomen medidas orientadas a un enfoque monetario de la balanza de pagos. ¿Qué supone este tipo de enfoque? Que la balanza de pagos es un fenómeno monetario, por lo tanto, la tasa de crecimiento de las reservas internacionales puede ser explicada por un exceso de dinero. Lo que muchos detractores han postulado es que estas políticas están distorsionadas principalmente por la necesidad de garantizar el pago de la deuda. El FMI suele recomendar la devaluación como herramienta necesaria para lograr una baja en el gasto y lograr reactivar la producción al producir un cambio en los precios relativos de los bienes comercializables internacionalmente. Los programas del FMI suelen implicar devaluación, suba de tasa de interés y otras medidas orientadas a la baja del déficit fiscal.


¿Y qué es la heterodoxia?


Los principales postulados de esta corriente son: la intervención del Estado en la economía, aplicación de políticas sociales, fomentar la justicia social e igualdad de condiciones para acceso a los servicios públicos.

En Latinoamérica se ha hecho una interpretación muy particular de la heterodoxia. Se cree que los desequilibrios del mercado surgen por un conflicto distributivo y de un deterioro en los términos de intercambio. Es por ello, que esta corriente ha defendido durante décadas "la industrialización para la sustitución de importaciones", tema que merece un capítulo aparte.

Este discurso, que se ha repetido numerosas veces en la Argentina, es sobre el cual se ha justificado la expansión del gasto público para inyectar dinero en la economía - bajo el argumento de la justicia social y de la distribución equitativa de los ingresos-, pero que también es lo que ha servido de excusa para implementar una serie de trabas a las importaciones. Estas políticas no han llevado al desarrollo de la industria sino a una baja en la calidad de los productos recibidos y a que los consumidores se vean obligados a pagar sobrecostos por las ineficiencias que el mismo Estado introduce.


¿Qué propone la ortodoxia del siglo XXI?


Es necesario controlar el déficit fiscal, y es un tema urgente, porque suele ser el síntoma de un problema de fondo, y en general viene dado por la implementación de medidas heterodoxas que introdujeron distorsiones en el mercado. Al mismo tiempo se requiere salir de la visión de una economía cerrada, se necesita del comercio internacional - tanto de las exportaciones como de las importaciones -, para generar trabajo, y de esa manera, potenciar el crecimiento económico que permitirá una mejora en las condiciones de vida de la población en general.

La ortodoxia de hoy propone medidas orientadas a reducir la carga impositiva y mejorar la legislación laboral para poder incentivar la inversión, y de esa manera, la creación de empleo genuino.


¿Qué estamos haciendo hoy en la Argentina?


Lo que estamos haciendo es subir las tasas de interés, los impuestos y las tarifas de los servicios públicos para generar una caída en la demanda, que enfríe la economía y de esa manera mantener de manera artificial los precios y el tipo de cambio.

Lo que se busca con estas medidas es ir jugando con los diferentes tipos de cambio que conviven en la economía para de manera paulatina converger a un tipo de cambio de equilibrio sin devaluar, pero para ello se requiere una política fiscal y monetaria de mucho rigor. Son medidas ortodoxas, sí. De las viejas, de las que por sí solas no solucionan los problemas de fondo.


¿Es este el camino correcto?


Si la idea es resistir y evitar que la crisis económica estalle hoy, puede que sí. Y digo que puede y no doy garantías, porque cualquier paso en falso haría que todo implosionara. Hay que tener en cuenta que en economía el factor humano es fundamental. Lo es también la confianza.

El primer error es no tener un plan macroeconómico que considere todas las variables. Aplicar suba de tasas, tarifas e impuestos sólo para evitar la devaluación sin pensar en el impacto que tendrá en la economía en su conjunto y cómo construir sobre esa base, probablemente conduzca al fracaso.

Tratar de hacerle creer a la gente que solamente los subsidios a las tarifas de los servicios públicos pueden solucionar el problema del déficit fiscal, es "vender espejitos de colores".

Decir que no nos vamos a financiar más con emisión y subir la tasa de las Leliq, es cambiar la fuente de financiamiento para poder cumplir una meta fiscal sin achicar significativamente el gasto público.

Nada de lo que se promete para impulsar la economía y las exportaciones se termina materializando, o se queda a mitad de camino. Seguimos creyendo que los importadores y los empresarios son los enemigos del pueblo, a los que hay que combatir. Y no que son aliados que generan ingresos y trabajo. Tenemos que potenciar la matriz productiva más competitiva que tenemos, la agroindustrial, que en este momento tiene un contexto internacional que la beneficia. Nuevamente, sin postular a este sector económico como enemigo sino como el principal aliado. Esto nos puede ayudar para potenciar otros sectores industriales que hoy están arrancando pero que pueden ser el futuro.

Los shocks devaluatorios empobrecen, pero más lo hace estar sometidos a un proceso inflacionario constante y de tres dígitos. Seguir por este camino nos va a llevar a un lugar al que no queremos ir. A revivir situaciones que ya pasamos. No perdamos la oportunidad histórica de corregir el rumbo y mejorar. Millones de argentinos lo necesitan. Millones de argentinos sufren todos los días por las malas decisiones económicas tomadas. No los hagamos pasar por otra crisis devastadora. Corrijamos mientras podamos.

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